sábado, 27 de abril de 2013
lunes, 22 de abril de 2013
Pasar Por Todo Una Vez Sólo.
Hemos pasado veinte años,
“por caminos
nuevos…
pasando por
todo una vez,una vez sólo,
y ligero”,
como dijo la mamá,
en la comida de
despedida
de la casa de
Américo Vespucio 406.
La pena no se
acumula.
La felicidad
no se guarda.
Somos también lo que nos falta.
Soy ciego,
dice Borges,
y por eso me
importan tanto
los colores
que no puedo ver.
Están con
nosotros
porque todavía
nos faltan.
Es
humano reír y llorar.
Con
el tiempo nos podremos reír,
de
lo que hoy día nos hace llorar.
La penas se
pasan con tiempo.
La alegría se
aprende riendo.
Lo malo pasa, lo bueno también.
La juventud pasa, la vejez también
y para siempre...
La juventud pasa, la vejez también
y para siempre...
A vivir se
aprende viviendo.
“La cosa mas
real y bella es vivir.
Y no olvidar
que es nuestra tarea.
Estemos donde
estemos, hemos de vivir
como si nunca
hubiésemos de morir”,
dice el poeta
turco Nazim Himket.
Si es verdad
lo que creemos,
todo el que
cree,
aunque muera vivirá.
aunque muera vivirá.
Nadie que
cree
muere en realidad.
muere en realidad.
Como dijo muy bien
si están en
el Cielo,
están riéndose
de las cosas
que las
ocupaban tanto.
Es necesario
el rigor.
Pero no es
suficiente.
Sólo la
esperanza basta,
para fracasar
contentos.
Es
mejor ver cien pájaros volando,
que tener uno en la mano.
que tener uno en la mano.
Manos y anillos de mi bisabuela Bernarda
La felicidad está en nuestras manos.
La felicidad está en nuestras manos.
Sin cambiar el mundo
como ellas
querían,
podemos
cambiar
lo que hacemos de él,
lo que hacemos de él,
mientras
tanto.
Creer,
es querer creer, dicen.
Quiero
creer, y creo
que para lo que nos falta
como dice Santa Teresa,
“Solo
Dios Basta”.
Germán
del Sol Guzmán
2 de Octubre de 2013
La Calidad de Vida en la Ciudad.
La calidad de vida en una ciudad
no depende tanto del urbanismo,
ni de las ordenanzas de construcción,
como de la buena educación de su gente.
Nos guste o nos guste a los chilenos,
queramos reconocerlo o no,
y aunque muchos arquitectos digan lo contrario,
no son sólo la planificación coordinada
y la correcta aplicación de las ordenanzas,
las únicas que hacen que los barrios de una ciudad
sean más amables y tolerantes,
para acoger la diversidad propia de la vida en la ciudad,
sino la urbanidad de sus habitantes:
sino la urbanidad de sus habitantes:
sus ganas y su capacidad para vivir bien con los demás
en una proximidad que amenaza su intimidad.
Y de hacer algo positivo al respecto además de quejarse.
Porque los demás somos mucho más extraños
de lo que imaginan los otros,
y tratar de vivir bien es una gran utopía,
como dice el siquiatra Patricio Olivos.
Es la forma de vida de sus habitantes,
la que hace urbana a una ciudad,
y no su forma ni su densidad.
Hay barrios más altos y más densos
que son menos urbanos que otros
En el trabajo de arquitecto
he
tenido muchas reuniones
para
conocer lo que quiere la gente
en
su barrio o en su pueblo.
Y
casi nunca se dan cuenta
de
que necesitan mucho más que su casa.
¿Un
hotel? no!,
¿un
retén?, tampoco!.
Una
cárcel, jamás!
una
posta, ¿quizá?, pero lejos!,
¿un
colegio?, mucho ruido!,
¿oficinas?, puro movimiento!,
¿un
terreno pelado?, ladrones!.
La
mayoría no sabe que además de casas, calles y plazas,
la
vida en la ciudad requiere de otros espacios
que
los arquitectos tenemos que abrir,
no
desde nuestro narcisismo,
sino
continuando con una tradición
de
vivir en pueblos y ciudades
que
en América del Sur se viene elaborando
desde
hace de más de tres mil años,
por
ejemplo, en la ciudad de Caral, Perú.
Porque
hasta donde yo sé
la condición humana desde entonces no ha cambiado nada.
La
ciudad no es sólo un conjunto de construcciones,
sino
más bien de relaciones de personas desconocidas
que
encuentran que su vida entre extraños es más fecunda.
Y,
aunque la mayoría camine silenciosa,
si
algunos se detienen a conversar,
aparecerán
los cafés, las sillas en la vereda, etc.
Al
revés, si la gente no es amistosa,
no
se detendrá a conversar sólo
porque
haya un café y sillas en la vereda.
La
vida urbana requiere veredas, plazas y parques amplios, continuos,
y
sobretodo abiertos.
Los
moles comercializan esta necesidad
con
más o menos éxito.
Pero,
también algunas municipalidades como Vitacura,
convierten
el espacio público
en
un negocio de carteles publicitarios
o
de estacionamientos pagados,
y
otras en tierra arrasada,
como
las responsables de la destrucción
de
la caja del río Mapocho.
La
calidad de la vida en la ciudad
no
depende tanto de la calidad de sus casas y edificios,
sino
más bien de la capacidad cultural
que
tenemos sus habitantes
de
domar al salvaje egoísta y atropellador
que
todos llevamos dentro.
Por
un bien cultural mayor,
que
hoy se da casi solo la ciudad,
aunque
todos en Chile
decimos
preferir el campo.
Por
eso, las manifestaciones y protestas
aunque
se hacen en lugares supuestamente céntricos
de
la ciudad,
en
realidad se realizan en televisión.
Porque,
el centro de la ciudad ya no existe más.
El
antiguo centro es ahora un museo
que
uno visita como turista
para
conocer cómo era la ciudad anterior.
Para
muestra de lo que digo,
basta
recorrer Santiago sin apuro a las 5 de la mañana
y
darse cuenta de cuán distinto puede ser sin gente,
o
mejor dicho, cuanta diferencia hace su gente.
Germán
del Sol
Junio 2019
Junio 2019
martes, 16 de abril de 2013
La Ciudad y Sus Cuidados.
Algunos descuidos tan grandes,
como por ejemplo el Transantiago,
hoy importan a la gente mas que Santiago mismo,
con justa razón,
porque la ciudad de ahora,
es una red entrecruzada de lazos y de relaciones humanas,
de oportunidades de encuentros de todos los tipos,
de amor, de trabajo, de ocio, de intereses comunes,
y por supuesto de desencuentros,
que también juegan un rol en la vida:
don Tino, un viejo de Llifén que murió ayer,
decía que a el le gustaba, "tomare, fumare y peleare"...
Cuando se corta esta corriente fecunda,
no recibimos la vida en la ciudad
como un estímulo
sino como una frustración,
y se pierde la dignidad común,
de la que todos necesitan formar parte.
Tal vez, Santiago esta inmovilizada,
porque la vida de la ciudad depende
menos del urbanismo y mas de la urbanidad;
de la capacidad afectiva me atrevo a decir,
de vivir bien con los demás,
y de reprimir con gusto
algunas costumbres egoístas de pueblo chico,
a cambio de todas sus ventajas.
Quizá, ahora no hay solo que cuidar la ciudad misma,
sus calles, sus plazas y sus casas,
sino que hay que cuidar que estén hechas con cariño,
para que sean fruto del afecto,
y no solo del comercio inevitable.
Por eso tratamos de mostrar,
que la belleza de algunas cosas nuestras muy sencillas,
proviene tal vez del cuidado con que están hechas,
mas que de su ingeniosa capacidad
de hacer mucho con poco
para satisfacer tantas necesidades.
Porque el fervor es la fuerza motora esencial
que tienen los artistas o artesanos,
para transformar la materia bruta que es la naturaleza,
la lana, el palo, o el barro que reciben,
en belleza que dan..
Los ingenieros, los obreros o los comerciantes,
también tienen que hacer sus obras con fervor,
para que la ciudad no sea un conjunto de obras esporádicas,
unas calles, unas casas, unos condominios cerrados,
unas plazas o unos parques por ahí
-todo muy bien iluminado-
por allá unas autopistas, calles, autos, motos, camiones,
micros amarillas repintadas o buses articulados,
un río sin orillas que corre sucio y desangelado…
Sino que la ciudad sea una totalidad
de un sereno término medio,
y sobretodo que tenga el afecto de su gente
para que la vean como ven
a Nueva York los neoyorquinos:
mucho mejor de lo que es:
una ciudad amable y fecunda para la vida.
Porque mientras tanto,
casi nadie se vuelve al campo.
un abrazo
Germán del Sol
Abril 2013
con justa razón,
porque la ciudad de ahora,
es una red entrecruzada de lazos y de relaciones humanas,
de oportunidades de encuentros de todos los tipos,
de amor, de trabajo, de ocio, de intereses comunes,
y por supuesto de desencuentros,
que también juegan un rol en la vida:
don Tino, un viejo de Llifén que murió ayer,
decía que a el le gustaba, "tomare, fumare y peleare"...
Cuando se corta esta corriente fecunda,
no recibimos la vida en la ciudad
como un estímulo
sino como una frustración,
y se pierde la dignidad común,
de la que todos necesitan formar parte.
Tal vez, Santiago esta inmovilizada,
porque la vida de la ciudad depende
menos del urbanismo y mas de la urbanidad;
de la capacidad afectiva me atrevo a decir,
de vivir bien con los demás,
y de reprimir con gusto
algunas costumbres egoístas de pueblo chico,
a cambio de todas sus ventajas.
Quizá, ahora no hay solo que cuidar la ciudad misma,
sus calles, sus plazas y sus casas,
sino que hay que cuidar que estén hechas con cariño,
para que sean fruto del afecto,
y no solo del comercio inevitable.
Por eso tratamos de mostrar,
que la belleza de algunas cosas nuestras muy sencillas,
proviene tal vez del cuidado con que están hechas,
mas que de su ingeniosa capacidad
de hacer mucho con poco
para satisfacer tantas necesidades.
Porque el fervor es la fuerza motora esencial
que tienen los artistas o artesanos,
para transformar la materia bruta que es la naturaleza,
la lana, el palo, o el barro que reciben,
en belleza que dan..
Los ingenieros, los obreros o los comerciantes,
también tienen que hacer sus obras con fervor,
para que la ciudad no sea un conjunto de obras esporádicas,
unas calles, unas casas, unos condominios cerrados,
unas plazas o unos parques por ahí
-todo muy bien iluminado-
por allá unas autopistas, calles, autos, motos, camiones,
micros amarillas repintadas o buses articulados,
un río sin orillas que corre sucio y desangelado…
Sino que la ciudad sea una totalidad
de un sereno término medio,
y sobretodo que tenga el afecto de su gente
para que la vean como ven
a Nueva York los neoyorquinos:
mucho mejor de lo que es:
una ciudad amable y fecunda para la vida.
Porque mientras tanto,
casi nadie se vuelve al campo.
un abrazo
Germán del Sol
Abril 2013
Termas Geometricas. Calor En La Nieve.
Se trata de lograr con la arquitectura,
que el placer de bañarse en una piscina
llena con pura agua caliente termal,
en medio de la naturaleza,
llegue a su esplendor todos los días del año.
Para eso se juntan más de 60 fuentes naturales
que se reparten por gravedad entre 17 piscinas de piedra
a lo largo de 500 metros de quebrada,
en medio del bosque nativo.
Una rampa de madera permite dispersarse
y llegar sin preocuparse
a un rincón más o menos privado para bañarse.
Hay terrazas para descansar y tomar el sol,
baños impecables,
y lugares cómodos para cambiarse.
Y un quincho cubierto para sentarse
a mirar en silencio, comer o tomar algo,
y conversar alrededor de un fuego abierto.
La geometría destaca lo que es natural,
y lo separa de lo construido. Y quizá,
hace que este lugar sea irrepetible para bien.
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