jueves, 25 de abril de 2019

explora, La Patagonia Remota.



Mi relación con Patagonia.

Mi primer contacto con la Patagonia
fueron historias de coraje y resistencia.

Magallanes, que acuchilló en la cubierta
de su nave a 3 oficiales que se le revelaron
en la bahía de Santa Cruz,
antes de descubrir el Estrecho de Magallanes,
y morir después al otro lado del mundo,
en una tonta escaramuza
en las Islas de Las Especias.

O el viaje en bote,
a través del Mar de Wedell
de Sir Ernest Shackelton,
para buscar ayuda y rescatar
a la tripulación del Endurance
que encalló en los hielos antárticos,
lo que finalmente logró
un año y medio después
con el Piloto Pardo en la Yelcho.
No cumplió su sueño de llegar al Polo Sur,
pero volvió con su tripulación sana y salva.
Su mujer cuenta en un libro,
que Shackleton no le comentó nada del viaje
hasta que un buen día la miró
y le dijo de repente:
“Más vale un burro vivo,
que un león muerto”.

O los maravillosos cuentos de Coloane,
Chatwin, Hudson;
los restos de piel de milodón
que encontró el capitán Eberhart,
cuyo nieto sigue viviendo
en la Estancia Villa Luisa
cerca del Parque Torres del Paine.

O los testimonios de vida
entre los últimos Onas y Yámanas,
del Padre Martín Gusinde,
y del misionero Anglicano Lucas Bridge,
que les permitió vivir en Harberton,
su Estancia cerca de Ushuaia, etc.

Cuando joven recorrí con amigos
casi todo Chile entre Arica y Chiloé,
a dedo, en tren, muchas veces a pie.
Pero no tenía dinero para llegar a Patagonia,
de la que sabía por don Carlos Stuven,
que en los años 60 llevaba a su familia
a pescar a lo que ahora es
el Parque Nacional Torres del Paine.
Contaba por ejemplo, que una vez
acampando a orillas del río Serrano
a pesar de que era verano
nevaba y hacía tanto frío que,
tuvo que quemar el “puesto”
o refugio de un ovejero de la estancia,
para no congelarse.

En 1988, Ladeco una línea aérea chilena,
nos encargó remodelar la Hostería Wala
en la Isla Navarino,
donde pasamos el verano arreglándola
con un grupo de maestros Croatas
-como llamamos en Chile a los albañiles 
y pintores, electricistas y gasfiteres,
conociendo a navegantes aventureros
e historias de travesías y naufragios
en el Cabo de Hornos.
Y su faro que centellea
en el fin de América.

Después de la inauguración de la Hostería
fuimos a conocer Torres del Paine.
Fue entonces que descubrí la Patagonia chilena,
vasta, a veces verde, otras montañosa y nevada,
sola o dispersamente habitada.
Una verdadera reserva mundial
de belleza natural y cultural casi intocada,
entonces sin hoteles ni turistas.
A La vuelta, le propuse a José Luis Ibáñez S.M.
que Ladeco hiciera un hotel allí,
pero él me dijo,  “¿Por qué no propones mejor
un proyecto de viajes al sur de América?

En un viaje en avión chico a Puerto Williams
escribí de corrido
los fundamentos del proyecto de viajes
que después llamé explora,
tal vez como hago también ahora,
para capear mejor las turbulencias.

En medio de la crisis de la uva de 1989,
José Luis Ibáñez S.M.
me presentó a su hermano Pedro,
quien llevó adelante la idea
con mucha habilidad y medios.
Y un equipo de conocedores
de la riqueza del país
como Carlos Aldunate,
Luis Osvaldo de Castro,
Jorge Schmidt,
por nombrar a quienes
 viajamos muchas veces para comprobar
que en Patagonia se puede
pasear a gusto al aire libre todo el año
-en ese tiempo Torres del Paine
se cerraba el 1 de marzo
y se abría el 1 de diciembre de cada año-,
y probar los paseos que después
ofreceríamos a las visitas del hotel,
con el conocimiento y el entusiasmo
que solo dan las experiencias de primera mano.

El año 1993 con el hotel explora, 
la Patagonia chilena se abrió al mundo
de los viajes de exploración de lujo.
Y llamo lujo al privilegio de tener por ejemplo,
una conversación sin importancia,
o reírse con gente que uno no conoce.
Permanecer en un silencio no interrumpido.
O gozar de espacios abiertos amplios y sin cercos,
y sentir que el tiempo está disponible en plenitud
para hacer lo que uno cree.

Si el tiempo solo existe en relación 
con el espacio y la velocidad (V=E/T),
para alargar la sensación de tiempo,
tal vez haya que bajar la velocidad
caminando, o andando a caballo,
en bicicleta o en bote,
y aumentar el espacio disponible
hasta que sea una inmensidad.

El año 2006, el Hotel Remota
enriqueció a la Patagonia chilena
como un destino mundial de viajes
abierto en plenitud todo el año,
porque combinó la experiencia
de la naturaleza brutal de Torres del Paine,
con la cultura viva
de un puerto pesquero chico
como Puerto Natales,
de las estancias y sus parques centenarios,
y del trabajo en sus corrales,
sus bodegas, y en el campo.

Una noche hace años
en la casa de Horacio Serrano
en la Hacienda Los Remolinos,
aprendí que la falta de cosas esperadas
hacía aparecer bienes inesperados.
Que la falta de luz eléctrica
creaba proximidad, conversación, 
y mostraba la oscuridad de la noche.
Y que otras como el agua caliente,
la leche, o el pan, 
todavía mantenían la relación con su origen
en el horno, la vaca, o el fuego
que se hacía cada mañana
debajo del tambor.
El campo parecía salvaje,
inculto, un poco abandonado a su suerte.
Quizá, el fervor no se enseña
haciendo producir un campo,
sino haciendo fervorosamente
hasta lo más sencillo que nos toca hacer
para que adquiera un sentido en la existencia.

En un viaje a Chile,
el Secretario de Estado Norteamericano George Schultz
visitó el Hotel Antumalal de Pucón,
invitado por don Guillermo Pollack
quien viéndolo incapaz de desconectarse 
de sus tareas tan importantes
para apreciar el lugar
que la arquitectura hacía aparecer
en todo su esplendor,
le dijo: “Mr. Schultz,
le voy a hacer el mejor regalo que puedo hacerle.
¿No sé por cuánto tiempo Ud. podrá aceptarlo?
Y le puso una silla en medio del pasto
mirando hacia el Lago Villarrica.
Y me contó don Guillermo,
que Schultz estuvo sentado inmóvil
por lo menos quince o veinte minutos.


Germán del Sol
Junio 21, 2019

No hay comentarios.:

A Mi Capitán Luis Rosselot.

“Oh Capitán, mi Capitán", El duro viaje parece concluido, A los lejos se escuchan Ruidos de puerto.... , ...