Una persona tan notable y sabia como Gastón Soublette,
escribe en su Carta al Director del diario "El Mercurio"
del sábado 20 de agosto pasado,
que nuestra civilización occidental ha fracasado,
porque “hay
más de tres mil millones
de seres humanos que viven en extrema pobreza”.
Tal vez, nuestra civilización no haya fracasado
por eso.
Aunque es un escándalo que casi la mitad de las personas
vivan todavía
en la extrema pobreza material,
si uno piensa que la humanidad recién empezó a
superarla
después de 5 mil siglos de sufrirla,
puede darse cuenta del tamaño del
desafío que tuvo,
y aún tiene que superar.
Si hace dos siglos había 100 millones de personas
que vivían dignamente,
hoy hay más de 4 mil millones
que tienen sus necesidades
básicas cubiertas.
Y todavía sigue pendiente salvar
esa enorme diferencia entre
una mitad y la otra.
Y este ya no es un asunto de economía, sino de ética.
De
cómo vivir felices con lo que está disponible,
“tratando a los demás, como le
gustaría que lo trataran a uno”.
Quizá por eso, el fracaso de nuestra civilización
occidental sea,
que la mayoría de los hombres
– superada la lucha cotidiana por
sobrevivir-
nos hayamos hundido en la indiferencia
que nos libra de pensar en
los demás,
y de sentir la urgente necesidad de darles algo
a cambio de lo que
tenemos,
sean estos recursos materiales o espirituales.
“Solo es rico, el que necesita dar”, había dicho Goethe.
Pero, claro, es muy difícil pensar en el dar algo a
los demás,
si uno es víctima de la enfermedad, el hambre o el frío.
Y por otro
lado, sano, abrigado y con el estómago lleno,
sumido en el confort, casi nadie piensa
en el bien ajeno.
“La belleza”, según Dostoievski, “Salvará al Mundo”.
Porque es una revelación tan fuerte
de la
sintonía que hay entre las personas
y el universo más allá desconocido,
que
estremece el duro corazón humano.
Porque demuestra que nadie puede ser feliz
encerrado en sí mismo entre riquezas y miserias.
En su
novela “Los hermanos Karamazov”,
un ateo, pregunta al príncipe Mischkin:
“¿cómo “salvaría la belleza al mundo?”
El
príncipe no dice nada,
pero va junto a un joven de 18 años que está agonizando.
Y se queda con el cuidándolo hasta que muere.
El mundo será salvado hoy y siempre
mientras ese gesto contra la indiferencia, exista.
un brazo,
Germán
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