Nuestra vida, tanto si lo sabemos como si no,
y tanto si nos gusta esta noticia como si la lamentamos,
es una obra de arte.
Para vivir nuestra vida como lo requiere el arte,
como los artistas de cualquier arte,
debemos plantearnos retos que sean
(al menos en el momento de establecerlos)
difíciles de conseguir a bocajarro,
debemos escoger objetos que estén
(al menos en el momento de su elección)
mucho más allá de nuestro alcance
y (a) unos niveles de excelencia
que parezcan estar tozuda e insultantemente
por encima de nuestra capacidad
(al menos de la que ya poseemos)
en todo lo que hacemos o podemos hacer.
Tenemos que intentar lo imposible.
Y sólo podemos esperar,
sin el apoyo de un pronóstico fiable y favorable
(ya no digamos de certidumbre),
que mediante un esfuerzo largo y agotador
podamos algún día llegar a alcanzar estos niveles
y conseguir aquellas metas para, de este modo,
ponernos a la altura del reto planteado.
La incertidumbre es el hábitat natural de la vida humana,
si bien la esperanza de escapar de esta incertidumbre
es el motor de nuestra búsqueda vital.
Escapar de la incertidumbre es un ingrediente esencial,
aunque sólo sea tácito o supuesto,
de todas (...) las imágenes combinadas de la felicidad.
Esto explica por qué la felicidad genuina, "verdadera y completa"
siempre parece encontrarse a cierta distancia:
como un horizonte que sabemos que se aleja
cada vez que intentamos acercarnos a él.
Interpretación libre de la ultima parte de la Introducción
a "El arte de la vida", de Zygmunt Bauman.
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