Me dejaste pensando...
Te aseguro que no trabajo
en la trinchera extremadamente melancólica
de un mundo que no volverá.
Ni sueño con una ciudad a mi modo.
Que sería una pesadilla.
Tampoco creo que pueda haber una ciudad
construida de puros aciertos,
como no hay vida humana verdadera,
hecha de sus puros buenos momentos.
Creo que lo bueno y lo malo son
partes necesarias del mismo cuento.
Lo bueno se distingue del mal,
que es la falta de bien.
La luz alcanza su esplendor en la oscuridad.
Y el sabor del agua dulce,
o la frescura de una sombra
cuando se tiene calor o sed.
Sueño con una ciudad
que refleje en su arquitectura
la diversidad de su cultura.
Tal vez esa ciudad que sueño,
sea una masa de edificios sencillos y bajos,
donde muy de vez en cuando,
se destaque por su belleza
una obra de arquitectura determinada.
Una belleza que sea el resultado
de los cuidados puestos por la gente
que la hizo con amor.
No sueño con una Atenas llena de Partenones.
Con uno tiene bastante.
En un mundo donde todo parece tener precio,
la gratuidad de la belleza
es mas necesaria que nunca,
para encontrarle un sentido verdadero a la existencia.
No podemos cambiar la realidad.
Pero podemos cambiar lo que hacemos de ella.
Podemos hacer presente gratuitamente la belleza,
que dignifica la vida de nuestra gente,
porque nadie nos paga por eso.
Y tal vez, este sea nuestro rol social primordial.
Porque si la arquitectura esta en un vendaval,
se necesita un sereno capitán,
que no se ponga nervioso con la emergencia,
para que piense bien,
y sepa llevar nuestro rumbo sin perderse.
Por muy escasa que parezca,
la esperanza es lo último que se pierde.
Un abrazo
Germán del Sol
Te aseguro que no trabajo
en la trinchera extremadamente melancólica
de un mundo que no volverá.
Ni sueño con una ciudad a mi modo.
Que sería una pesadilla.
Tampoco creo que pueda haber una ciudad
construida de puros aciertos,
como no hay vida humana verdadera,
hecha de sus puros buenos momentos.
Creo que lo bueno y lo malo son
partes necesarias del mismo cuento.
Lo bueno se distingue del mal,
que es la falta de bien.
La luz alcanza su esplendor en la oscuridad.
Y el sabor del agua dulce,
o la frescura de una sombra
cuando se tiene calor o sed.
Sueño con una ciudad
que refleje en su arquitectura
la diversidad de su cultura.
Tal vez esa ciudad que sueño,
sea una masa de edificios sencillos y bajos,
donde muy de vez en cuando,
se destaque por su belleza
una obra de arquitectura determinada.
Una belleza que sea el resultado
de los cuidados puestos por la gente
que la hizo con amor.
No sueño con una Atenas llena de Partenones.
Con uno tiene bastante.
En un mundo donde todo parece tener precio,
la gratuidad de la belleza
es mas necesaria que nunca,
para encontrarle un sentido verdadero a la existencia.
No podemos cambiar la realidad.
Pero podemos cambiar lo que hacemos de ella.
Podemos hacer presente gratuitamente la belleza,
que dignifica la vida de nuestra gente,
porque nadie nos paga por eso.
Y tal vez, este sea nuestro rol social primordial.
Porque si la arquitectura esta en un vendaval,
se necesita un sereno capitán,
que no se ponga nervioso con la emergencia,
para que piense bien,
y sepa llevar nuestro rumbo sin perderse.
Por muy escasa que parezca,
la esperanza es lo último que se pierde.
Un abrazo
Germán del Sol