En
fin, como Ud. sabe amigo, éramos tres, el padre y el hijo.
El
quinto era un predicador llamado Caco. Era bueno para pintar.
Parecíamos
cuatro. Era como si fuésemos, pero no contáramos.
La
sexta, era la última. También la séptima, que era la penúltima.
En
las tardes de invierno nos sentábamos todos junto al fuego.
Los
siete jinetes éramos uno. Los tres. Había otro. Juan el pintor.
Era
el primero en pintar y el último en pagar. Porque no necesitaba nada.
Paco
era catalán. Como Toni. Y como buen catalán, bueno para contar.
Llegan
a diez, antes que los demás. Pero los chilenos no llegamos nunca.
Cuando vamos en ocho bajamos a cero.
German