Amigos de La Fundidora.
Así veo resumidas las virtudes
de México y Monterrey:
Soltura, para vivir sin complicarse.
Humor, para no tomarse demasiado en serio,
ni creérselo todo.
Dispersión para ocupar el territorio,
aliviar la presión de la alta densidad,
y ofrecer a la vida en la ciudad,
un espacio generoso y abierto al cambio.
La diversidad acogida con afecto,
que enriquece el mundo moderno.
La Fundidora recibe su belleza y su grandeza,
de ser un edificio que se acepta tal como es,
sin una perfección ajena a su plenitud.
Una fiesta, después de tanta industria,
es posible no sólo porque el edificio se presta,
sino porque se le dan una nueva orientación,
que es poética,
porque se entiende algo que está más allá
de un informe técnico o científico.
Poéticamente se da lugar
al deseo de juntarse y celebrar,
en el mismo edificio donde antes se trabajaba el acero;
sin hacer muchos cambios
se cambia todo,
a partir de una invitación que dice: fiesta.
Fiesta, que en México resulta
aunque se apague la luz.
Porque no depende de la luz,
ni de ningún factor en particular;
depende de las voluntades reunidas ahí.
Monterrey es como La Fundidora
cuando aun era la industria,
y no recibía el regalo
de aceptar su desnudez industrial,
su falta aparente de terminación,
sus construcciones dispersas y
organizadas de un modo inexplicable.
Paciencia. Faltan años.
Monterrey les pide a ustedes, que con tiempo,
le den una orientación poética.
Es decir, que con las mismas calles y edificios,
descubran o inventen una plenitud propia,
algo que revele su esplendor;
una creación poética
más pensada, soñada,
que construida.
Sacar lo que sobra,
para que aparezca lo esencial.
En fin, y mal que nos pese
Teotihuacan está en retirada,
mucho de lo que fue, no es más,
y a medida que lo accesorio desaparece,
aparece lo esencial;
a medida que los detalles se desgastan,
la forma general se potencia.
Y la orientación, la intención
de habitar de esos hombres y mujeres
se siente, está presente
quizás aún con más fuerza
porque sus habitantes ya no están.
Germán del Sol.
Septiembre 1999.