El burro y el caballo.
El burro trota en el aire
casi sin tocar el suelo
mueve sus patas sin doblarlas
camina sobre ruedas,
el jinete de lado sentado atrás,
sujetado en un punto
las piernas colgando
el burro trotando apurado
sin titubear traza una recta cierta
en las posibilidades infinitas
del arenal descampado,
no cruza el espacio como un pájaro
que juega con el viento,
sino como un cohete o una flecha
lanzado hacia el mas allá invisible
que son los destinos humanos...
El burro es terco y económico como un Yaris,
no tiene la gracia y distinción de un caballo,
o la pedantería tonta de un dromedario,
el burro es el que da mas kilómetros
con menos pasto,
es la parte deseable de la pobreza:
no tener mas de lo que realmente se necesita,
para no depender demasiado de nada
que uno no este dispuesto a perder...
Pero no te hagas ilusión por eso
de que toda pobreza si no ha sido elegida
en si misma es buena;
una cosa es la pobreza del nómada
que elige para llevar en su camello
solo lo indispensable para ir
hacia su destino de pozo en pozo
ligero de equipaje,
y otra es la pobreza del que sufre hambre, frío,
soledad o sinsentido,
nada de esto elegido por el,
sino impuesto por la ignorancia
de las propias capacidades,
por la falta de cultura,
eso que Uds. a veces dan por descontado,
es esfuerzo de cientos de años
que han hecho las mujeres y los hombres
para superar la condición de la naturaleza
que en principio es puro sobrevivir
y poder hacer algo por el puro gusto de hacerlo
que es el sentido de la belleza y del arte,
imitando en eso un poco a Dios
que después de la creación
descansa el séptimo día para gozar de su obra,
porque una vida vivida siempre ocupada
aunque sea cada día de su propio afán,
sin detenerse a pensar en lo que se anda,
ni reparar en su destinación
no merece la pena ser vivida
porque es igual a la de un zorzal
que desde que sale del huevo
lo único que hace es tragar y botar...
bueno por hoy,
German del Sol
Ourzazate, Mayo, 2006
2 comentarios:
Me has hecho presente la bienaventuranza evangélica dedicada a los pobres de espíritu, que creo que no depende de tener o no muchas cosas sino en en "ser", y no en "parecer", aunque no sepamos quienes somos y más aún si no lo sabemos. El espíritu rico "parece", el espíritu pobre "es".
1
los japoneses tienen una palabra, "wabi" , para designar la "pobreza" , o más bien "la pobreza voluntaria" , en el sentido en que el Zen dice que "carecer de bienes" es poseer el mundo.
Tanto en China como en Japón, la búsqueda ascética de la "pobreza" se deriva de las enseñanzas de Buda. Un hombre lastrado por sus bienes, dijo, es como un barco que hace agua: la única esperanza de ponerse a salvo consiste en echar la carga.
2
" el hombre -- según un gran maestro Zen -- no posee originalmente nada " . Mas la idea de que el "arte pobre" es más liberador y más perdurable que el "arte rico" ha sido el móvil esencial de muchas de las obras maestras paradójicamente más apreciadas del lejano oriente...
3
sin embargo , el "arte pobre" -- mudo y monótono - no está , ni ha estado nunca , confinado tan sólo en Oriente.
En el antiguo testamento puede leerse acerca de ira de Jehová al apercibirse que sus hijos habían profanado el templo al atestar sus salas de imágenes, convirtiéndolo en una galería de esculturas. Si el señor ha de asentarse en algún lugar, al menos ha de poder respirar un poco del aire puro del Sinai en su santuario.
4
despojar , purificar, respirar de nuevo, quitar la escoria y los oropeles , han sido motivo constantes del judeocristianismo y , por lo tanto , de la tradición occidental . Para hallar ejemplos de "wabi" en occidente, la mirada ha de dirigirse a ciertas abadías cistercienses, a las "vacías" iglesias de Sanraedam, a las construcciones de los shakers, la música para piano de Satie , o las últimas acuarelas de Cézanne, del mont saint - victoire ... Todo esto no implica , por supuesto , que esta clase de "pobreza" sea exclusiva de los grandes artistas , sino que puede igualmente estar presente en una capilla no - conformista cualquiera...
"Wabi" por Bruce Chatwin .
Eduardo Castillo R.
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